lunes, 1 de septiembre de 2014

No al aborto, sí a la vida: la falacia de la derecha conservadora

Un tema de debate candente, de los más difíciles de resolver, es el aborto o interrupción del embarazo. Actualmente, el aborto es permitido en la Ciudad de México, hecho apoyado por la mayoría, aunque algunos grupos se oponen y desean revertirlo.
     Al asomarnos a este tema, encontramos de inmediato dos posturas principales, irreconciliables. Por un lado tenemos a quienes están en contra del derecho de las mujeres para interrumpir el embarazo, del otro lado se encuentran quienes están a favor de ese derecho.
     Los primeros, se manifiestan contra el aborto argumentando que es un acto de asesinato, en el que se quita la vida a un ser humano. Las versiones varían de persona a persona, de grupo a grupo, pero el mensaje general es el mismo: El aborto es la negación de la vida, un asesinato, y matar es malo, por lo cual no debe practicarse.
     Los segundos no son un grupo definido, son casi todos los demás que no pertenecen al primer grupo (salvo los que no toman una postura, que se mantienen neutrales o, peor, apáticos e ignorantes). Los argumentos de este lado varían considerablemente, desde los que hacen mención al derecho de las mujeres a hacer lo que deseen con sus cuerpos y sus vidas, hasta quienes defienden el derecho (o necesidad) de abortar, porque hay demasiada gente en el mundo, pasando por los argumentos más bien sólidos y serios, como el hecho de que el cigoto (el producto de la unión de un óvulo y un espermatozoide, que sucede durante el contacto sexual) no es un ser humano, o más bien una persona. Sólo es el embrión del animal llamado Homo sapiens.
     Sin pretender una respuesta definitiva, quiero plantear una problemática filosófica frente a este asunto, una forma de abordar el problema que permita tener mejores bases para decidir nuestro actuar (hombres incluidos) frente a la realidad del aborto, más allá de que al menos en la ciudad de México, la interrupción del embarazo ya no está penalizada, pues una ley no es inherentemente correcta o “buena” por el hecho en sí de ser una ley. No olvidemos que el exterminio de disidentes bajo el sistema comunista de Stalin en Rusia, era legal, así como lo son las ejecuciones de criminales en Estados Unidos. Pero entremos en materia.
     En su «Fundamentación de la metafísica de las costumbres», Immanuel Kant nos dice que “ni en el mundo ni, en general, fuera de él es posible pensar nada que pueda ser considerado bueno sin restricción, excepto una buena voluntad”. Esto nos lleva al tema del bien y del mal, es decir de la ética (no de la moral maniquea).
     Este tratado de Kant nos dice que el problema del bien y el mal sólo en una parte nos incumbe como seres humanos, y es en elegir entre dos males, nunca entre el bien y el mal; elegir entre dos bienes ni siquiera es un problema. Si tienes hambre y te ofrecen dos platos distintos, sólo debes elegir el que prefieras entre ambos bienes. No hay problema.
     Elegir entre un bien y un mal, aunque es un problema, no nos concierne como seres humanos, pues nadie elegirá el mal por encima del bien. El ejemplo más ilustrativo es éste: si te dan a elegir entre matarte (hacerte un mal) o darte riquezas o cultura (hacerte un bien), la elección siempre es la del bien. Quien hace un mal a otro no lo hace por el mal en sí, sino por obtener un bien propio. Las empresas que despiden trabajadores no lo hacen para dañar a los trabajadores, el verdadero móvil es un bien que la empresa obtendrá, como ahorrarse sueldos y prestaciones.
     Los grupos conservadores que se oponen a la despenalización del aborto, califican la muerte de un ser humano como un mal y no abortar como un bien, pero el argumento es falaz, por varias razones, a saber:

  1. Una elección sólo se da entre dos acciones, nunca entre una acción y una inacción; abortar es un acto no abortar es la ausencia de un acto.
  2. Si en lugar de decir no abortar decimos que la elección es entre abortar y dar a luz a un bebé no deseado o ser madre obligadamente, ahora sí estamos hablando de una elección entre dos cosas, entre dos acciones.
  3. En este caso, dar a luz a un niño no deseado o ser madre (o padre) obligatoriamente, no puede considerarse como un bien, sino como un mal.

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     Ahora podemos ver la falacia con total claridad: cuando nos dicen que la elección entre abortar y no abortar es elegir entre el mal y el bien, nos están mintiendo, porque en realidad se trata de elegir entre dos males. Y la manipulación viene cuando esos grupos o sus representantes (sean políticos, sacerdotes o ciudadanos) pretenden tomar la decisión de nuestras manos y califican esa decisión suya como la única correcta y válida, y descalifican por completo a quienes eligen la otra.
     Si recuperamos para nosotros la responsabilidad de elegir y tomar nuestras propias decisiones, debemos considerar este problema como la elección entre dos males: abortar es un mal (si fuera un bien, nadie dudaría en realizarlo), pero estar obligadas a ser madres también es un mal. Elegir entre dos males plantea la necesidad de informarnos y elegir aquél con el que podamos lidiar, o para decirlo según la sabiduría popular: elegir el menor entre dos males, pero nadie más que nosotros mismos podemos determinar cuál de los males posibles es el menor, y es una decisión personal porque hacernos cargo de las consecuencias de cualquiera que sea la decisión que tomemos, también será cosa personal. Si todos tus amigos te dicen que interrumpas tu embarazo y lo haces, ninguno de tus amigos cargará con la culpa o remordimientos que el acto pueda acarrearte; si tu párroco o diputado de confianza te convence de que no debes abortar sino tener al bebé y ser madre, él no te va a ayudar con los gastos, con los cuidados ni con la educación del niño. Ello te corresponde sólo a ti, o a ti y a la persona que elijas que sea tu pareja, si esa persona está de acuerdo. Pero sobre todo, a ti.

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